Apoyado en la versión más fiel de la Reina - Valera, edición 1960, decidí escribir sobre lo que considero una asignatura pendiente; aclarando que dejo libre, como deontológicamente corresponde, la elección del evangelista para la sutil apropiación del título de esta columna.
Es un preámbulo angustiante provocado por el esquilmado tema de a quién le pertenecen las obras que hoy aparecen en el escenario de tensión política entre unos y otros.
Invito a resolver el nudo de una trenza tan sencilla como su definición técnica: las obras que se plasmaron para su ejecución en cada Plan de Desarrollo, le pertenecen a quienes en su momento votaron por un Programa de Gobierno y también a quienes no lo eligieron: así reza la democracia. Esas obras son bienes de uso público y por marco legal e ideal, se ejecutaron con dineros de esa génesis.
Estéril que desde el cementerio de sus errores se pretenda un liderazgo con vencimiento de términos empeñado en salir a defender la hechura maltrecha de lo que no les pertenece. Esterilidad abanderada por un líder otoñal, quien desde sus horas finales, le apunta a su propia resurrección. Y acá inicia una línea de asesoría ausente de honorarios y no solicitada: NO se aferren a la banal pretensión de posicionar la autoría de unas obras que el tiempo ya le señaló a la ciudad y que la misma entiende como inconclusas y saturadas de presupuesto. Recuerden bien que la narrativa que contrataron una vez, ya está vencida por el tiempo mismo que hoy juega en contra de sus mismos propósitos. NO intenten resucitar con el mismo oxígeno a quien ordenó desviar recursos públicos para sacar adelante sus entelequias.
De perogrullo: le corresponde al actual gobierno local, permitir el disfrute absoluto de una cadena de obras no terminadas, y que por inconclusas, no prestan su servicio natural.
Entiendo que la intención es salvar a quien necesita de salvación por su visual agonía. Entiendo que en sus cuentas hechas a punta de calculadora básica, crean a ciegas que si defienden la hechura de obras, saldrán sanos y salvos en los próximos retos de la venidera política electoral. Pero es mejor que digieran el presente desde otro sentido.
Vuelvo al título: Por sus frutos los conoceréis, obra para ustedes como una sentencia con presente inmodificable. Elijan pues al evangelista.
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